LLEGADO A MI BUZÓN
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Nada menos que el mismísimo Maduro -el ilegítimo Presidente de Venezuela proclamado por el CNE- salió en búsqueda de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, para que ayude al gobierno a establecer un sistema de monitoreo de la oferta y consumo de alimentos en Venezuela. Confiesa el régimen, en voz de su primer vocero, que es incapaz de cumplir una de sus primeras obligaciones, garantizar el alimento de su población. Renuncia Maduro, que la camisa te queda grande.
Maduro solicitó a la FAO que “el respaldo incluya poner en marcha un sistema de distribución que garantice el abastecimiento permanente de alimentos a los venezolanos”, para entonces irse en mentiras y excusas: “Venezuela sufre hoy un ataque económico y una guerra económica contra el abastecimiento de alimentos”. Maduro, ¿quién efectúa el ataque económico?, ¿quién mantiene guerra contra el abastecimiento?
Por supuesto que mentira fresca no tiene cómo responder esas preguntas, ya que tendría que confesar que el desabastecimiento es culpa de la torpeza del gobierno, de la corrupción de los “pudreval”, de las expropiaciones que no se transforman en riqueza, de las políticas económicas que tienen como único propósito asfixiar las empresas privadas para echarles el guante, a sabiendas de que el gobierno es como el chivo, por donde pasa la lengua deja un peladero.
El canciller Jaua afirmó en España, lo que tal vez no se atreve a decir aquí, que el desabastecimiento en Venezuela es coyuntural; aquí todos sabemos que padecemos escasez desde hace aproximadamente una década, que se desaparecen de los anaqueles productos como el azúcar, harinas, aceite, café, pollo, carne de res, la leche y otros, siendo que ahora -en la era del ilegítimo- se ha incrementado, al punto que el papel tualé que también fallaba antes, ha pasado a ser símbolo de la falta de gobierno.
No obstante lo dicho, Jaua podría tener razón cuando dice que el desabastecimiento es coyuntural, si entendemos como una coyuntura prolongada y trágica este desgobierno que mata las gallinas de los huevos de oro, que arrincona, expropia y corretea las empresas privadas que son las generadoras de bienes, ya que las empresas del Estado solo producen pérdida. ¿O es que digo mentira?, ¿o es que las empresas que administra este gobierno sí son productivas?
El Ministro para la Alimentación, Osorio, acaba de informar cacareando más que una gallina, que llegan al país 760 mil toneladas de alimentos, y que seguirán importando la cesta básica.
Por supuesto que hay que satisfacer la necesidad inmediata de alimentos, pero importarlo todo no es solución permanente, tenemos que producir:
“El Estado promoverá la iniciativa privada, garantizando la producción de bienes y servicios que satisfaga las necesidades de la población”, reza el Art. 112 constitucional. Se nos ha vulnerado también el artículo 117 de la Constitución que garantiza: “Todas las personas tendrán derecho a disponer de bienes y servicios de calidad… a la libertad de elección de estos… y a la cantidad de bienes que requieran”. ¿Desde cuándo no podemos elegir en el mercado lo que queremos?; llevamos a casa lo que hay.
No tenemos la seguridad alimentaria que la Constitución nos garantiza como derecho, y que el gobierno debe proveer.
El requerimiento de Maduro a la FAO llama la atención del mundo, por cuanto la propia FAO, actuando como club de gobiernos, otorgó reconocimiento a Venezuela “por su lucha contra la pobreza y el hambre al reducir la subnutrición”.
Mentira fresca sigue engañando torpemente, ya que las cifras que maneja Naciones Unidas sobre producción de alimentos y consumo son suministradas por el propio régimen, y quedan desmentidas cuando su principal vocero pide cacao, solicita un SOS para que se le ayude a hacer su tarea: garantizar “el abastecimiento permanente de alimentos a los venezolanos”.
Fuera la mentira.
PACIANO PADRÓN
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FAOOOOOO, FAO AYÚDANOS, SOS
Twitter: @padronpacianoNada menos que el mismísimo Maduro -el ilegítimo Presidente de Venezuela proclamado por el CNE- salió en búsqueda de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, para que ayude al gobierno a establecer un sistema de monitoreo de la oferta y consumo de alimentos en Venezuela. Confiesa el régimen, en voz de su primer vocero, que es incapaz de cumplir una de sus primeras obligaciones, garantizar el alimento de su población. Renuncia Maduro, que la camisa te queda grande.
Maduro solicitó a la FAO que “el respaldo incluya poner en marcha un sistema de distribución que garantice el abastecimiento permanente de alimentos a los venezolanos”, para entonces irse en mentiras y excusas: “Venezuela sufre hoy un ataque económico y una guerra económica contra el abastecimiento de alimentos”. Maduro, ¿quién efectúa el ataque económico?, ¿quién mantiene guerra contra el abastecimiento?
Por supuesto que mentira fresca no tiene cómo responder esas preguntas, ya que tendría que confesar que el desabastecimiento es culpa de la torpeza del gobierno, de la corrupción de los “pudreval”, de las expropiaciones que no se transforman en riqueza, de las políticas económicas que tienen como único propósito asfixiar las empresas privadas para echarles el guante, a sabiendas de que el gobierno es como el chivo, por donde pasa la lengua deja un peladero.
El canciller Jaua afirmó en España, lo que tal vez no se atreve a decir aquí, que el desabastecimiento en Venezuela es coyuntural; aquí todos sabemos que padecemos escasez desde hace aproximadamente una década, que se desaparecen de los anaqueles productos como el azúcar, harinas, aceite, café, pollo, carne de res, la leche y otros, siendo que ahora -en la era del ilegítimo- se ha incrementado, al punto que el papel tualé que también fallaba antes, ha pasado a ser símbolo de la falta de gobierno.
No obstante lo dicho, Jaua podría tener razón cuando dice que el desabastecimiento es coyuntural, si entendemos como una coyuntura prolongada y trágica este desgobierno que mata las gallinas de los huevos de oro, que arrincona, expropia y corretea las empresas privadas que son las generadoras de bienes, ya que las empresas del Estado solo producen pérdida. ¿O es que digo mentira?, ¿o es que las empresas que administra este gobierno sí son productivas?
El Ministro para la Alimentación, Osorio, acaba de informar cacareando más que una gallina, que llegan al país 760 mil toneladas de alimentos, y que seguirán importando la cesta básica.
Por supuesto que hay que satisfacer la necesidad inmediata de alimentos, pero importarlo todo no es solución permanente, tenemos que producir:
“El Estado promoverá la iniciativa privada, garantizando la producción de bienes y servicios que satisfaga las necesidades de la población”, reza el Art. 112 constitucional. Se nos ha vulnerado también el artículo 117 de la Constitución que garantiza: “Todas las personas tendrán derecho a disponer de bienes y servicios de calidad… a la libertad de elección de estos… y a la cantidad de bienes que requieran”. ¿Desde cuándo no podemos elegir en el mercado lo que queremos?; llevamos a casa lo que hay.
No tenemos la seguridad alimentaria que la Constitución nos garantiza como derecho, y que el gobierno debe proveer.
El requerimiento de Maduro a la FAO llama la atención del mundo, por cuanto la propia FAO, actuando como club de gobiernos, otorgó reconocimiento a Venezuela “por su lucha contra la pobreza y el hambre al reducir la subnutrición”.
Mentira fresca sigue engañando torpemente, ya que las cifras que maneja Naciones Unidas sobre producción de alimentos y consumo son suministradas por el propio régimen, y quedan desmentidas cuando su principal vocero pide cacao, solicita un SOS para que se le ayude a hacer su tarea: garantizar “el abastecimiento permanente de alimentos a los venezolanos”.
Fuera la mentira.
PACIANO PADRÓN
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FAO: HAY COLAS
Tomemos prestada la letra del famoso jingle electoral para decir que cada vez son miles y miles, millones los que cotidianamente se dan cita en esos novedosos espacios, durante horas y horas, a la intemperie, aguantando hambre y agotadores plantones y pasando revista a la marcha muy ligera de cascos con la que galopa la situación de caos nacional.
GREGORIO SALAZAR

Expectante como está la opinión pública venezolana sobre los procesos mimetizadores que eventualmente puedan iniciarse en aquellos medios de comunicación con nuevos propietarios, ha perdido un tanto el foco respecto de lo que sociológicamente significa el surgimiento de espacios de comunicación que, como el viejo ágora ateniense, se han convertido en los centros de la actividad social, comercial y política de la nación.
Tomemos prestada la letra del famoso jingle electoral para decir que cada vez son miles y miles, millones los que cotidianamente se dan cita en esos novedosos espacios, durante horas y horas, a la intemperie, aguantando hambre y agotadores plantones y pasando revista a la marcha muy ligera de cascos con la que galopa la situación de caos nacional.
Ellos padecen ese caos y por eso están allí sin remedio, para comprar algún producto indispensable para la dieta básica o de la cesta familiar. Es un suplicio, pero si una familia va en su carro y ve un montón de gente en fila, pegan un frenazo, dejan el carro mal estacionado y hasta con las puertas abiertas y se incorporan gozosos a la cola. Después averiguan para qué es.
Si nos guiamos por los resultados del 14-A, pudiera imaginarse que esas largas hileras están conformadas a partes iguales por oficialistas y opositores, si bien ya está claro que esa correlación ha variado ostensiblemente a favor de los segundos.
Los dos bandos están allí en una situación que aparenta ser igualitaria, pero no lo es.
Ambos están arrechos, no cabe otra palabra, pero a medida que pasa el tiempo y los potenciales compradores en espera buscan distracción o desahogo haciendo entrar en acción a "la sin hueso", es cuando la situación se torna desventajosa para quienes en todos estos años se han estado haciendo lenguas de la "seguridad y soberanía alimentaria".
En estos días se dio la alarma en el edificio de que en el local de una microcadena ubicado en la esquina de la cuadra había llegado un lote de harina de maíz. Fue como si hubieran dado una orden de evacuación en un trasatlántico.
La gente bajaba en tropel por las escaleras mientras los más ágiles usaban el pasamanos como tobogán. Los estridentes timbres de los dos ascensores sobrecargados repicaban a dúo por encima de un creciente barullo, muchachitos llorando en carrera tras de sus también presurosas madres, todo le daba a la operación características de una emergencia, que si a ver vamos lo era.
Yo venía entrando y a pesar de que le huyo a las colas como a la pava no se cómo me vi arrastrado por el torbellino y en minutos como un autómata tomé ubicación en una larga hilera que, a pepa de ojo, iba a necesitar dos silos de 500 toneladas métricas para que todos alcanzaran su objetivo. No habíamos pasado más de diez minutos bajo un sol inclemente cuando se soltó la primera lengua: ¡Cuándo, pero cuándo había pasado yo un sábado en una cola! ¡Yo, yo, yo que a esta hora estaba jugando remate y tomando maraquita!
Aquí se hacía cola sólo para sellar el 5 y 6 los domingos, ¡qué retroceso tan grande, mano! Hablaba un señor de pelo entrecano, como de 60 años, bluejeans, franela negra de HardRock. Le respondió otro de barriga cervecera debajo de una camiseta de la Vinotinto.
Es que este gobierno es malo con M de manganzón ¿Usted tiene papel tualé en su casa, señora? ¿En su casa hay mantequilla? ¿Ve? Nadie tiene nada. Lo que falta es que eliminen a la Vinotinto.
Por los gestos se podían adivinar adhesiones o rechazos. Se levantaban murmullos. Unos cabeceaban asintiendo, otros tendían la mirada hacia una nube o hacia la terraza de un edificio como en trance de abstracción absoluta. Estando en eso me repicó el celular. Era el compadre Cruz, desde la soleada Paraguaná.
¿Qué hace, compadre?, lo saludé.
Aquí, chupándome una teta...
¿A esta hora del mediodía en esos menesteres, compadre? Jejeje, una teta de plástico, un chupichupi, pues, de tamarindo, que es con lo que nos remediamos la sed en estas colas..
¡No me diga! ¿También está en cola? ¿Para qué? Llevamos tres horas esperando al camión del gas, pero parece que se le espichó un caucho. No tenía caucho de repuestos y fueron a buscar una grúa.
¿Y entonces? El gruero andaba buscando aceite...
Aceite de maíz, que es el que más escasea, seguro...
No, aceite de motor para la grúa, pero y que estaba esperando..
¿Esperando qué? Esperando al que atiende la bomba que estaba en la cola de un mercalito porque y que iban a vender pollo por Tacuato.
Pero, compadre, dígame una vaina.
Dígame, compadre..
¿Qué pasó con el gasoducto? ¿Cuál gasoducto? Aquel por donde íbamos a mandar gas desde aquí hasta Buenos Aires..
Tiene razón, compadre, no hemos visto ni el gas ni el ducto.
Mire, yo lo que quiero no es una cosa tan grandota, apenas dos bombonitas de 5 kg, que me valen veinte bolos, pero termino pagando más en taxis que en gas ¿Y usted dónde está? En la cola de la harina y ahora es que falta..
Ayer hubo harina en Las Virtudes, pero se formó un lío y dos señoras se entraron a piña. Tuvieron que mandar dos tanquetas desde el Apostadero Naval, no se fuera a armar una peor..
¿Y se aplacaron las señoras? Si, pero la gente se engoriló porque los infantes, a cuenta de militares, se colearon y además querían que le vendieran tres kilos en vez de dos..
Qué abuso, compadre..
Compadre, ¿cuándo es que son las municipales? El 8 de diciembre...
A buenas colas van a ser esas, ¿no, compadre? Yo creo.
Yo también creo, mi compadre. Yo creo que frente a esas colas el largo del gasoducto se va a quedar requetependejo...