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HUMOR VENEZOLANO, PARA NO LLORAR

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Confesiones de un espía
Llegamos al sitio y lo primero que me preguntó fue cómo me había enterado de que la CIA había infiltrado al régimen y al propio G­2. Quedé un poco aturdido, entre otras cosas, porque yo sabía mucho de nada y mi informante más informado siempre había sido mi amigo Mario Silva y sus múltiples chismes
LUIS CHUMACEIRO
Tal Cual

Oye guanajo, ten cuidado con lo que escribes...
Así fui sorprendido por un catire con acento cubano que, en lugar de devolverme los buenos días, me dirigió su advertencia en el ascensor del centro comercial donde laboro.
Él bicho me miraba de forma tan extraña que, no sé por cuál razón, me vino a la memoria mi querida abuela Luisa Elena; en aquella oportunidad que le contaron que su muy inocente nieto favorito le hizo propuestas deshonestas y soeces a una compañerita del 4° grado. Ciertamente, me sentí intimidado y solo atiné a contestar: ­Me marcas el 1er piso, camarita.
Como quiera, señor Chumaceiro, hace tiempo que lo estamos marcando...
La situación se puso más tensa, estábamos solos. Él me preguntó: ­¿Tiene tiempo para tomarse un café, en La Habana? ­Perdona que sea tan directo, pero pa’llá solo me llevan muerto...
¡No!, me expliqué mal, aquí mismo, en el centro comercial, en ese local que mientan La Habana.
Acepté, muy aliviado por la aclaratoria.
Llegamos al sitio y lo primero que me preguntó fue cómo me había enterado de que la CIA había infiltrado al régimen y al propio G­2. Quedé un poco aturdido, entre otras cosas, porque yo sabía mucho de nada y mi informante más informado siempre había sido mi amigo Mario Silva y sus múltiples chismes.
Pero antes de negar el conocimiento de cualquier hecho, el nuevo amigo, quien dijo llamarse "Amilcar", comentó: ­Gracias a la pista que nos diste en tú último artículo, en el que indicas que el personaje que nos vendió estaba tomando un café aderezado con pálinka en el Café Gerbeaud, en la Plaza Vörösmarty de Budapest, pudimos activar un sistema de búsqueda; y casi capturamos a Rosabal...
Traté de poner cara de inteligente para evitar que se percatara de que yo no tenía idea de quién podía ser el tal Rosabal; pero, inmediatamente, volvió a interrumpir mis pensamientos: ­Estamos dispuestos a gratificarte si nos das información.
En ese instante, me puse creativo para obtener mi justa participación en los petrodólares de la corrupción. Le dije que el Rosabal había huido de Budapest con la ayuda de la CIA y que estaba bajo el régimen de protección de testigos, en Nebraska; comenté que el Mossad tenía grabado a Maduro con una rubia que no era Cilia y que iban a comenzar a distribuir la película gracias a una alianza estratégica con los buhoneros de Caracas, casi todos contra revolucionarios; que Diosdado Cabello se había asociado con Santos para que recibiera a Capriles y así perjudicar a Maduro; que el sapo de la vicepresidencia es sobrino de un alto dirigente de la oposición a quien le echa todos los cuentos; y que Giordani tiene un negocio acaparando el papel toilette que se compra en el Ministerio de Planificación para revenderlo a la gente de la Polar.
También puse cara de misterio, me le acerqué y le murmuré en el oído: Eva Golinger es agente de la CIA. En ese momento, el agente de recontraespionaje cubano se acercó para susurrarme: "Cabrón, esa información sobre la Golinger es pública y no vale un peso cubano".
Sin embargo, no perdió la confianza en mí porque pasó a otro tema: "¿Qué sabes de los militares? ­Entre los verdes, hay institucionalistas disfrazados de chavistas y los hay rojos camuflados como opositores. Hay buenos y malos. Capriles habla mucho con un general que tiene mala fama y le da toda la información; y a todos les gustan los reales.
¿Y el golpe? ­Diosdado no avisa... y ya están en la calle, como lo hizo Pinochet en el 73, con la excusa del plan de seguridad...
De repente el tipo se incomodó y me dijo: creo que nos están vigilando, disimula. Yo traté de localizar a los otros espías pero él me atajó: "No voltees, creo que son los chinos o los iraníes". Te contactaré para entregarte los dólares pero, mientras tanto, no tendrás 500 bolos porque dejé la cartera.
Le di 1.000 para que se fuera contento,

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