Los milagros de Chávez
Nicolás Maduro sale fortalecido de las elecciones municipales, pero le esperan retos mayores y, en lugar de rectificar, da pasos hacia el nefasto modelo cubano.
A veces, un empate puede interpretarse como una victoria para uno de los contendientes. Es lo que acaba de pasar en Venezuela, donde el oficialismo, pese a perder varias alcaldías, ha salido bastante airoso de su primera prueba electoral desde la cuestionada victoria de Nicolás Maduro en las presidenciales de abril.
Los resultados de las elecciones municipales del 8 de diciembre han confirmado la división del país en dos bloques casi iguales. Los herederos de Hugo Chávez, reunidos en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), han ganado claramente en las zonas rurales. En cambio, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que aglutina a la oposición, se ha impuesto en la mayoría de las grandes ciudades, incluyendo la capital, Caracas.
El PSUV y sus aliados habrían ganado 255 de las 335 alcaldías del país, según los datos aún provisionales. A primera vista, es una victoria en toda regla. Sin embargo, la mitad de esos ayuntamientos corresponden a pueblos minúsculos del campo venezolano. Además, los chavistas habían obtenido mejores resultados en los comicios municipales anteriores.
La MUD tenía apenas 40 alcaldías y ahora ha conquistado unas 75. Entre sus nuevos trofeos figura un lugar con una enorme carga simbólica, Barinas, tierra natal de Chávez y feudo de su familia. La bofetada para el oficialismo es doble, ya que perdió esa ciudad cuando se celebraba el "Día de la Lealtad y el Amor al Comandante Supremo Hugo Chávez", fijado al 8 de diciembre por Maduro para hacer coincidir ese homenaje con unas elecciones municipales que se anunciaban muy disputadas.
Sin embargo, la oposición no ha logrado el principal objetivo que se había propuesto su jefe, Henrique Capriles. El excandidato presidencial de la MUD había llamado a los venezolanos a votar masivamente para hacer de esos comicios un plebiscito sobre la gestión de Maduro. Fue una apuesta políticamente arriesgada, ya que las elecciones municipales no consiguen en general una participación alta, tanto en Venezuela como en muchos otros países.
Si Maduro se ha salvado, no es gracias a sus virtudes, hasta ahora desconocidas. Para compensar su absoluta falta de carisma, tuvo que recurrir de manera obsesiva a la figura milagrosa de Chávez, como ya lo había hecho en la campaña para las presidenciales del pasado abril. El Consejo Nacional Electoral, controlado por el chavismo, lo declaró entonces ganador con una diferencia de apenas 1% sobre Capriles, que denunció un fraude masivo y sigue sin reconocer su victoria.
Para evitar un descalabro electoral en las municipales, Maduro tomó una serie de medidas propias de un régimen autoritario. Hizo que el Parlamento votara una Ley Habilitante, que le permite gobernar por decreto durante un año bajo el pretexto de luchar contra la "especulación" y la "guerra económica" supuestamente propiciadas por la oposición y los empresarios. El heredero de Chávez se disfrazó de rey mago y obligó a los comerciantes a vender aparatos electrodomésticos a precios de ganga a todo aquel que se acercara a las tiendas intervenidas por el Estado. Mientras en Argentina los saqueadores mataban para conseguir un televisor de plasma, los venezolanos recibían el suyo a cambio de un voto a favor de uno de los candidatos oficialistas.
La estrategia del chavismo "fue exitosa" y "se tradujo en el aumento de un 5% de la percepción positiva en la gestión de Maduro", dice Luis Vicente León, director de Datanálisis, la más fiable de las firmas de encuestas en Venezuela. Antes de esas medidas, la valoración del mandatario en los sondeos de opinión iba "en picada".
Maduro ha salido fortalecido de las elecciones municipales, que corrigen en parte la legitimidad dudosa de su llegada al poder. Sin embargo, le esperan unos retos aún mayores. Los graves errores de gestión de la primera economía petrolera de América Latina, atribuibles a los criterios ideológicos del Gobierno, a la asesoría cubana y a la corrupción, están llevando al país a una situación peligrosa. Pese a una tasa de inflación anual del 54% —una de las más altas del mundo— y una caída espectacular de la producción agrícola e industrial, las autoridades no parecen dispuestas a cambiar el rumbo.
En lugar de rectificar, los chavistas se refocilan en el disparate. A finales de noviembre, el Parlamento convirtió en ley un programa redactado por Chávez unos meses antes de su muerte, en marzo de este año. Se trata del "Plan de la Patria", que establece una unión cívico-militar y declara el socialismo de "obligatorio cumplimento". Es un paso más hacia el nefasto modelo cubano.