Siento asco del gobernante que culpa a otros de sus errores. Asco del que recoge directrices de otro país. Asco del encapuchado y tirapiedra que desde el poder se las da de virtuoso. Asco de saber sentada en el Consejo de Ministros a quien no es ministra de nada. Asco de quienes se placen con pranes
JAIME REQUENA

Siento asco del gobernante que culpa a otros de sus errores. Asco del que recoge directrices de otro país. Asco del encapuchado y tirapiedra que desde el poder se las da de virtuoso. Asco de saber sentada en el Consejo de Ministros a quien no es ministra de nada. Asco de quienes se placen con pranes.
Siento asco de legisladores que optan por no hacer leyes pero siguen cobrando. Asco de rectores y magistrados que, ni por cumplir con las apariencias, dejan de honrar los apelativos que identifican los poderes que ejercen: moral, judicial o electoral.
Asco de decisiones demasiado oportunas que inhabilitan a contrarios mientras que las otras nunca se toman. Asco de oficiales que cambian casaca por ajuar de mujiquitas o bodegueros. Asco de alcabalas y taquillas en donde, en vez de servicio y atención, se matraquea.
Siento asco de los sermoneadores de oficio. Asco de quienes señalan a la propiedad de otros como trofeo de caza para los suyos. Asco de quienes predican amor con palabras de odio. Asco de quienes han partido a este país en dos. Asco de quienes desde el poder han desbaratado a la familia venezolana. Asco de los enchufados.
Siento asco del raudal de amortajados que inundan nuestras morgues, librados del vivir por el capricho de alguien que, más pronto que tarde, será alcanzado por la injusticia que reparte quien no tiene otro oficio sino vivir del mal. Asco del luto que la impunidad deja como consuelo. Asco de la ruina que traen el secuestro y los robos. Asco de la tristeza que abruma a los hogares de los que tuvo que emigrar el hijo en busca de un mejor futuro.
Siento asco del trabajo quitado por la bequita de una Misión que conduce a la nada. Asco de las escuelas que no enseñan lo que el futuro pide. Asco del maltrato que sufren nuestras universidades, lisiadas por quienes recibieron de ellas todo a cambio de nada.
Asco de laboratorios vacíos y sin gente nueva. Asco de no poder consultar en bibliotecas los resultados de trabajos de investigación que desde aquí hubiéramos podido producir.
Siento asco del acoso a nuestros médicos, acusados de chupasangre mientras se parten el lomo sanando enfermos. Asco del reconocimiento que reciben corredores de bólidos que se alzan con millones de dólares preferenciales, que bien podrían aliviar tanto sufrimiento en los destartalados hospitales y maternidades.
Siento asco de ver cuando la luz ilumina pedazos de calles entre huecos. Asco de ver si la luz lo permite la televisión de todos convertida en la pantalla de pocos. Asco de tener que apagar la tele para escaparse de las interminables cadenas que Corpoelec nunca interrumpe.
Siento asco de las oportunidades derrochadas en estos años. Asco de los recursos regalados allende: nuestro oro, negro y amarillo. En fin, asco de una realidad que no deja de golpear.
Para empezar a superar la grima que me da tanto asco rojo rojito, invito a los lectores a votar por la unidad por la MUD el próximo 8 de diciembre.